
Ciudades desnudas ante cada tromba de agua
20/09/2023

La lluvia, la intensa lluvia, deslució los fuegos artificiales de la noche del martes de San Mateo. La empresa, a pesar del agua, concluyó su espectáculo a medida que el cielo descargaba con más fuerza a cada segundo.
Los más previsores desenfundaron sus paraguas; los que acuden al espectáculo sabedores de que casi nunca llueve, abandonaron los jardines bajo una intensa tromba de agua, y fueron muchos.
Pantalones, calzado, camisetas, camisas y cazadoras empapadas por el corredor de doce ligero mientras las almas mojadas confiaban en que arreciara el chaparrón.
Nada puede con San Mateo, y menos con el espíritu estoico que aguantó bajo la lluvia mientras los fuegos rompían con luz y sonido las gotas de lluvia.
Más allá del ánimo festivo, y sin caer en la pesadez, los caprichos de la meteo están cambiando. Ahora parecen proyectarse con más intensidad, sin tregua para el agro, sin tiempo de reacción para el viandante y sin lamentar daños y desperfectos en las urbes.
La sensación, y la realidad, apunta directamente a unas ciudades no diseñadas para los enfados del cielo. Cada vez que llueve con un mínimo de intensidad, las alcantarillas se sobran, las carreteras adquieren la imagen propia de piscinas de verano y el agua, que acostumbra a escapar por donde es menester, llega a bajos y garajes.
Las ciudades quedan desnudas, sin protección a cada tromba de agua.
Mientras tanto los embalses de Pajares y González Lacasa lloran, porque ninguna tormenta, ni ninguna de estas intensas lluvias logra apaciguar su volumen y en el Iregua continúan inmersos en situación de alarma ante una sequía que continúa con su azote.
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