
Carácter del Valle de Ojacastro
La vida pastoril y la rudimentaria agricultura de la primera época histórica fue transformándose a medida que los nuevos cultivos necesitaron mayores roturaciones.
La ganadería lanar y vacuna ha sido muy importante en el Valle y ha dado ocupación y alimento a sus habitantes.
Al desaparecer los pastos de las tierras más llanas, buena parte del ganado lanar pasaba los inviernos en Extremadura, sobre todo el de los grandes ganaderos de Ezcaray.
Dada la corta agricultura, los habitantes del Valle, sobre todo en la primera época, hubieron de buscar en otros oficios los medios necesarios para su sustento. Así vemos florecer la artesanía textil que en su lugar detallamos, la cual tuvo importancia en Ezcaray y también en Ojacastro y Valgañón, conservándose aún en el primer pueblo, algo industrializada.
La vida de los tres citados centros urbanos se desenvolvía entre el campo y el taller, que los vecinos tenían en su propia casa. Únicamente en Zorraquín no hubo artesanía, sin duda por la falta de agua para accionar molinos y batanes, y a que su reducido vecindario pudo tener ocupación en la agricultura.
En estos cuatro pueblos y en Santurde y Santurdejo se ha dedicado buena parte del terreno llano a pradera artificial, aprovechando los muchos ríos y arroyos. En estas praderas pacen el ganado vacuno y caballar en primavera y otoño, dándose con dalle una siega alrededor de Santiago. El heno, vellón, como se le denomina en el país, se ata en gavillas y se mete en los pajares para alimentar al ganado durante el invierno.
La población de Ojacastro, Santurde y Santurdejo, es desde hace tiempo más acusadamente labradora que ganadera. Por un lado la mejor utilización delas tierras con los cultivos de las hortalizas y patatas, y por otro la mayor extensión de tierra dedicada al cultivo de cereales.
El ganado lanar se ha reducido mucho y sólo se mantiene en los cuatro pueblos, sobre todo en las aldeas de Ezcaray y Ojacastro. El vacuno de recría y de labor, en todos ellos.
De todos los datos expuestos se deduce que, primitivamente, estuvieron más pobladas las montañas que circundan el Valle, restos de cuya habitación son la mayor parte de las aldeas citadas.
Hasta el siglo XVIII, el vecindario de ellas, tanto el de Ezcaray como el de Ojacastro, era mayor que el de las Villas. En documentos primitivos se descubre la existencia de cabañas, corral de ganado y habitación de pastores a la vez, de cuyos restos han quedado esas aldeas, y así se dice repetidamente en ellos "Ezcaray y sus cabañas", "Ojacastro y sus cabañas", "Zorraquín y sus cabañas". Eran numerosas por cierto hasta el extremo de que para sus habitantes había culto en los primitivos y reducidos Monasterios, de que hay noticia en el Valle que coincidían con esos primarios núcleos de población. De ahí y de otros hechos puede afirmarse, que la primitiva población era pastoril. Es curioso leer, a propósito de esta población de las montañas, en documentos anteriores a 1509, que entre Valgañón y Ojacastro, a unos 1.300 metros de altura, existía la era del Palacio de la Reina, prueba de que se cultivaban esas tierras altas que hoy son montes. Pero aún hay más. En toda la toponimia de los pueblos más altos, Valgañón, Zorraquín, y hasta en la de Ojacastro, se comprueba la existencia de viñedos, y muchos de ellos, los del llano, adoptaban la forma de parrales, sobre todo en dicho último pueblo. No sólo se hallaban en el llano, 800 m. de altura media, sino que se veían hasta en las montañas. Así en un documento de 1545 que se encuentra en el Ayuntamiento de Ojacastro se lee que, estando un testigo "cellando una cuba en la aldea de Larrea". Esta aldea hoy desaparecida se encontraba a más de 1.300 metros de altura.
No se puede precisar la fecha en que se desceparon estos viñedos. Sin embargo, en un documento de 1590, ante el Escribano de Ojacastro, Pedro Pérez de la Puente, el Procurador Síndico se dolía de que se desceparan muchas viñas en los términos de Irionda, Guisala, Quiricia y Malarriña, con lo que se seguía grave perjuicio para el pueblo, pues ellas producían más de 20.000 cántaras, que representa una importante cantidad en el consumo del mismo.
Asombra leer estos datos cuando hoy las viñas sólo se cultivan a 600 metros de altura, o sea en el límite de Santo Domingo de la Calzada y Castañares. Este descenso del viñedo puede obedecer a un indudable enfriamiento de la tierra. Es lógico por otro lado, que el hombre habitara estas montañas cuando podía gozar del regalo que proporcionaban las vides y la abundancia de la caza, pues hay constancia de existir corzos y venados todavía en el siglo XVII.
Aparte del singular cultivo de la vid, se labraban las tierras altas de los montes, las cuales se sembraban de centeno, de cuyo grano se hacía el pan. La tierra llana se destinaba, en la primera época, a praderas únicamente y al cultivo de algunas hortalizas.
A partir del siglo XVI fue creciendo con vida independiente cada núcleo de población, sobre todo los que se edificaron cerca del río, desapareciendo, paulatinamente las cabañas, a medida que los medios de vida de las montañas fueron reduciendo la población de las aldeas, fenómeno éste que viene acentuándose en nuestros días.
En las aldeas de Ojacastro, y sobre todo en las de Ezcaray, han participado las mujeres en los más rudos trabajos del campo, y aún continúan haciéndolo en nuestros días, sustituyendo a los hombres en muchas tareas.
Entre otras ocupaciones, aran y siembran las tierras, mientras los maridos van al monte y llevan la leña a Ezcaray. Cavan las huertas y patatales.
Las madres con hijos pequeños, cuando iban al trabajo, los llevaban a la espalda, atados con el orillo de los paños de buriel, al que daban varias vueltas para que quedase bien sujeto.
Este endurecimiento de las mujeres del Norte ya se ha estudiado antes de ahora y merece consignarse aquí lo que ocurre en este Valle, para ensanchar el área de este singular fenómeno.
También los hombres eran más fuertes y se entregaban a trabajos más rudos. Ejemplo de esta afirmación es la costumbre de cargarse grandes pesos. Hasta los primeros años de siglo los granos se envasaban en las eras en grandes sacos llamados costales, que transportaban a los altos de las casas. Su capacidad era tres fanegas. Cuando se llenaban de trigo pesaban 129 kilos Ese costal se lo cargaba al hombro antes de ponerlo sobre el lomo del caballo y al descargarlo lo subía a la espalda hasta el alto de la casa.
Al modificar los medios de vida de estos pueblos por el abandono del cultivo de las tierras altas, por la práctica del de las bajas, y el cese de la fabricación de paños en forma de artesanía, sistema que principalmente rigió en el Valle, casi toda la población de los pueblos se entregó a la agricultura, que exigió más brazos al contar con más y mejores terrenos en cultivo, como después veremos.
Prueba de ello es que la densidad de la población no se ha alterado sensiblemente.
Excepción de lo dicho es lo ocurrido en el poblado urbano de Ezcaray que ha seguido creciendo hasta principios de siglo, debido al establecimiento de algunas industrias de bayetas, paños, boinas y derivadas de la madera, que viene dando ocupación a buena parte del vecindario. A partir de esa fecha se halla estacionado el crecimiento por la competencia que sufren estas industrias.
Por otro lado recibe Ezcaray algunos vecinos de las aldeas que periódicamente abandonan las casas que van quedando ruinosas.
Este detalle se da también en Ojacastro, cuyo casco urbano viene creciendo merced a los vecinos que dejan sus aldeas.
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