Mansilla (Pueblo hundido)

Mansilla bajo el agua

Corría el año 1935 cuando se dió luz verde al proyecto de contrucción de la presa que hoy contiene las aguas del pantano de Mansilla.

Un año más tarde estallaba la Guerra Civil y las obras comenzaban un proceso de ralentización que las alargaría durante más de 25 años.

Un lapso de tiempo que caía a plomo entre unos habitantes que le convertían a principios de siglo en la localidad más populosa de la comarca, se pasó progresivamente a 400 en 1940, 200 en 195 y poco más de 100 en 1959 cuando de concluyó el llenado de la presa.

La falta de previsión en la construcción del nuevo poblado, cargó de dramatismo la salida de las familias que todavía residían en el pueblo, hoy bajo el agua. En el invierno de 1958, se comenzó a retener el curso de los ríos Najerilla, Gatón y Portilla, de tal forma que en el mes de marzo de 1959, el agua había anegado sin remedio los más de cuatro kilómetros de cultivos. Era un soleado domingo de Ramos cuando los camiones abandonaban por la antigua carretera que ahora se pierde bajo el agua.

No siempre Mansilla estuvo pendiente de un hilo. En los mejores tiempos de la villa, una buena cantidad de negocios encontraban huecos entre las ruinas que hoy se pueden observar. Entre los más llamativos, se encontraba la redacción del periódico mensual El Najerilla. Situada a la izquierda de la plaza que hoy se abre frente al crucero de la iglesia, la casa de los Fernández albergaba la primitiva redacción y la imprenta de una ubicación cuyo público se concentraba a miles de kilómetros de la Sierra de la Demanda: los serranos emigrados a iberoamérica.

Un río serpenteante atravesaba el pueblo justo por la mitad. Sobre él siete puentes permitían el paso del Gatón a reses y pastores. La mayor parte de la actividad se centraba en el ganado, pero llama la atención la presenciam desde que la memoria popular recuerda, de médico, veterinario e incluso despacho de farmacia.

De todos los puentes, el viajero puede aún ver el puente del molino y justo en frente, el de la plaza. Los dos permanecen milagrosamente en pie y aún otro hoy se ha recuperado a la entrada del poblado actual.

Unos metros más allá del primer puente, casi bajo los ojos del nuevo que sostiene el paso de la carretera por la que ha llegado a este punto, se encontraba el molino. La molienda de grano tanto para el consumo humano como para el de la confección de pienso para el ganado, era una de las actividades fabriles más pujantes del pueblo.

Si el nivel de las aguas deja ver el pueblo, todavía se puede tocar con las manos las dos enormes piedras circulares que en un tiempo lo compuesieron.

Una construcción destaca sobre las demás por su gran tamaño. Se trata de la vivienda conocida como 'El Palacio'. Albergue de paso del grande de Castilla, Fernán González, se mantuvo con servidumbre desde el soglo XIV hasta bien entrado el XVIII, al igual que la casa-palacio que el viajero puede observar en el centro del pueblo inmediatamente seguido de Mansilla, Villavelayo.

La ermita de Santa Catalina sobrevive, como si fuera realmente un milagro, a escasos metros del agua. Resto de una más que probable edificación mayor.

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