Marco Fabio Quintiliano

hace 7 años · Actualizado hace 7 años

Marco Fabio Quintiliano nació en la antigua Calagurris (Calahorra en el siglo I, hacia el año 35, y empezó su educación en el centro docente romano de su ciudad natal, que ya existía en aquella época, lo que es un indicio de la importancia cultural que ya poseía Calahorra en los primeros años de nuestra era.

Pronto se traslada con su padre, que ejercía como retórico, a Roma, donde continúa su formación teniendo como maestros a Polemón y a Domicio Afro.

Cuando contaba apenas 20 años, Galba lo trae a España con el cargo de abogado en el Tribunal Superior de la Provincia Tarraconense.

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En el año 68, Galba es nombrado emperador y se vuelve a llevar a Quintiliano a Roma, donde pronto ocupa el primer puesto entre los oradores, “inferior en latinidad y elocuencia a sólo Cicerón, pero por sus leyes de oratoria superior a todos”, como dice de él el tratadista Gebhardt.

La obra más importante de Quintiliano es las “Institutiones oratoriae” en doce libros, de la que existen multitud de ediciones en todos los tiempos. En ella se desarrolla todo el proceso elemental hasta la formación completa del orador. Sus principios pedagógicos son actualísimos por la utilización de recursos psicológicos perennes. La educación deber ser -dice- una obra armónica del desarrollo humano. Los padres y los maestros mantendrán un estrecho contacto. Es contrario a los castigos. En la escuela se debe crear un ambiente de alegría y esperanza. Hay que evitar los complejos del alumno. Debe tenerse en cuenta la diferencia de capacidades. Las enseñanzas deben repetirse frecuentemente, dándoles variedad. Se buscará una distribución equilibrada de trabajos y descansos…

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Hemos entresacado al azar estos principios pedagógicos de Quintiliano para que pueda apreciarse su valor actual.

La obra del calagurritano es posiblemente el primer tratado sistemático de pedagogía en la antigüedad, por lo que no es de extrañar que influyera tanto en los hombres del Renacimiento, y que su magisterio no se haya terminado todavía en nuestros días.

El cardenal Luciani, posteriormente Juan Pablo I, incluye a Quintiliano en su obra, difundida en todo el mundo y en todas las lenguas, titulada en su versión al español “ilustrísimos señores” aprovechando su figura para dar una lección magistral de pedagogía actual.

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