Pedro Ontillera Nalda

hace 6 años · Actualizado hace 6 años

Pedro Ontillera Nalda: Nació en Navarrete el 4 de diciembre de 1871 y fallecido el 13 de Julio de 1947.

Murió en su Casa, Casa de Misericordia en su origen, más tarde Asilo Provincial, luego Beneficencia Provincial y últimamente Hogar Provincial como se sabe, vacío de contenido caritativo o justiciero.

Pedro se enclaustró en su Bene ofreciendo su vida a los niños más desamparados existentes.

Hemos señalado que su labor consistía en ayudar al maestro titular que siempre existió. Puesto en el que siempre se sintió cómodo y no digamos el titular que hubiera tenido más de 60 niños a su cargo.

La vocación por su labor fue absoluta. La entrega, total. Su labor, imposible de describir incluso para una buena pluma.

Imagínense levantarse a las seis de la mañana todos los días, todos los años de su entonces dilatada existencia iniciando la jornada con sus abluciones para pasar inmediatamente a encender soplillo en mano, los dos braseros con que había de calentar una escuela inmensa, lo que difícilmente conseguía. De ahí que casi todos sus niños padecían sabañones. (Ya procuraba luego acercar a sus pequeños alrededor de la escasa fuente de calor. Hacía tres filas y los más pequeños eran los más inmediatos al brasero. Sigamos. Subía al dormitorio a vestir a los más jóvenes y estamos hablando de criaturas de seis años. Aseados todos y a misa. Existía esa obligación en el Centro que más tarde la República suprimió. Paso al comedor a disfrutar el frugal desayuno, unas sopas de poco aceite.

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Es obligación decir que todo fue cambiando, a mejor naturalmente. Un brevísimo recreo antes de iniciar la jornada escolar. Previamente la escuela había sido barrida por las hacendosas manos de D. Pedro. Las clases, una delicia. Un gozo esperado a diario. Cómo explicaba las distintas disciplinan a un auditorio de chicuelos.

Hemos señalado que, como maestro auxiliar que siempre se consideró, era el encargado de enseñar las primicias del Catón a los noveles y enseñanza más avanzada a otro grupo un tanto mayor.

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Puede decirse que pasábamos a las secciones del maestro titular absolutamente desasnados. Con la consiguiente satisfacción del titular que veía reforzada su función. No entendemos qué podía hacer un solo maestro ante 70 niños nada fáciles. Podemos asegurar que cuantos maestros titulares pasaron por “su” aula, quedaron prendados y agradecidos infinitamente. Siempre le mostraron una deferencia que don Pedro no podía aceptar. Siempre se consideró el más oscuro y humilde colaborador. Nunca se consideró sino un "asilado más”. No se oculta que esa deferencia era obligadamente interesada a la par que sincera. Ahí es nada una ayuda ¿complementaria? y gratuita en la peor y menos agradecida labor en la iniciación escolar de niños tan poco aptos y hay que decirlo. Los ingresos humanos en la Bene no eran simple coincidencia. Eran los supervivientes de las desgracias de la provincia. Las desgracias que acontecen a los menos dotados.

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Así un día y otro. Y muchos años repitiendo la operación de entrega diaria. Toda su vida. Nunca se dedicó un tiempo. Le gustaba y era feliz. Nadie supo de un malhumor, ni una queja. No podía quejarse haciendo lo que entendía era su vida y obligación. No podía quejarse de nadie dado que era persona respetadísima, la más respetada que convincentemente pueda darse en la vida. Fue profeta en su Santa Casa. La Dirección, monjas, maestros de taller y resto del personal se hacían lenguas de su proceder. También hay que decirlo, la entonces Diputación le hizo objeto de varios homenajes que contrastaban con su exagerada humildad.

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