Fray Martín Sarmiento de Ojacastro

hace 7 años · Actualizado hace 6 años

Nació nuestro personaje en Ojacastro hacia 1515. Alos 15 años de edad, en 1530, ingresó en el convento franciscano de San Bernardino de la Sierra, a orillas del río Tirón, a media legua de Fresneda.

Sus biógrafos apuntan que era “admirable lector, diestro cantor, tañedor de órgano y de muy clara y sonora voz”. Tuvo, igualmente, fama de predicador insigne y docto. Se ordenó de sacerdote a los 22 años y residió algún tiempo en Valladolid.

En 1538 partió con otros religiosos hacia México, llamada entonces Nueva España, región todavía recién descubierta, toda ella erizada de dificultades y peligros para la evangelización. Estaba dividida en cinco circunscripciones eclesiásticas: Michoacán, Méjico, Coatzacoalco, Oaxaca y Tlaxcala.

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Todavía joven, en 1543 tuvo que desempeñar el cargo de comisario general de la Orden franciscana en México. Austero, recorre a pie y descalzo todos aquellos caminos y envía sus visitadores al Perú.

Asiste a la población india atacada de viruela y peste, singularmente en Michoacán y Tlaxcala. En 1546, muerto el primer obispo de Tlaxcala, Carlos V elige a fray Martín para sucederle. El humilde religioso se resiste, pero no tiene más remedio que aceptar el cargo, en el que despliega una actividad apostólica sorprendente. Era preciso multiplicarse, trabajar hasta el agotamiento. Con un fraile por compañero, realizaba las visitas pastorales y organizaba la naciente Iglesia de Mexico, por lo que se le puede considerar uno de los pilares primeros y más robustos del cristianismo en aquella gran nación.

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Agotado, llegó a Puebla de los Ángeles y se dirigió al convento de San Francisco. Allí murió, rodeado de sus hermanos, el 19 de octubre de 1557, pidiendo de limosna una sepultura y no teniendo nada de que hacer testamento, porque decía que “era más sano consejo hacer en vida que no mandar en muerte”. Fue enterrado en la catedral de Puebla, que él había terminado de construir. Los cronistas nos refieren múltiples testimonios de la impresión que causó su muerte.

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Si juzgamos de la importancia de un personaje por el número de sus biógrafos, mucha tuvo la vida del obispo de Tlaxcala, en México, fray Martín Sarmiento de Ojacastro. De él escribieron, entre otros, Jerónimo Mendieta, Francisco Gonzaga, Juan de Torquemada, Gil González Dávila, Agustín de Vetancurt, Joaquín García Icazbalceta, Mariano Cuevas, Melchor Fernández, Merino Urrutia, Manzanares Beriáin y Lope Toledo.

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