Navarrete “el Mudo”

hace 7 años · Actualizado hace 6 años

Juan Fernández de Navarrete, apodado “el Mudo” por haber perdido el oído y el habla a los tres años de edad, nació en Logroño en 1526 y murió en Toledo en 1579, en plena madurez, pues contaba tan sólo 53 años.

Es considerado como una de las glorias más puras de la pintura de nuestro brillante “Siglo de Oro”.

Con unas cualidades innatas clarísimas, fue enviado por sus padres al monasterio de la Estrella, en San Asensio, para recibir las enseñanzas de fray Vicente de Santo Domingo de la Calzada, continuando después su formación en Roma, Valencia, Milán y Nápoles.

Contemporáneo de Sánchez Coello, Luis Morales y el Greco, será el único pintor que goce de la confianza de Felipe II, que el 6 de marzo de 1568 le nombró su pintor de cámara por cédula firmada de puño y letra del rey.

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Se le otorgaban 200 ducados anuales de salario, más lo que valieran las obras que hiciese, tasadas convenientemente.

Tendría la obligación de pintar lo que se le ordenase y residir en El Escorial. Debido a su estado de salud, se le permitió volver a Logroño y otros lugares sin perder su dotación real.

Según una relación que en la revista “Berceo” hizo don Fidel Ruiz Río, llegamos a conocimiento de que en El Escorial se encuentran actualmente 19 cuadros de Navarrete “El mudo”; en Logroño existen 4 procedentes del monasterio de la Estrella; en el Museo del Prado 1; en otros diversos lugares de España y del extranjero 12; y perdidos 6. Entre éstos cabe destacar “Abrahán y los ángeles”, que se lo llevó de El Escorial el mariscal Soult; el “Martirio de Santiago”; “San Jerónimo penitente”, que está en la Diputación de Logroño; el “Nacimiento de Jesucristo”; “San Pedro y San Pablo”, así como el resto de los apóstoles, y el “Bautismo de Jesús”, que está en el Museo del Prado.

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Su propio Autorretrato también se lo llevó a Francia el mariscal Soult. Navarrete aporta a la pintura española -citamos a Ruiz Río- la introducción del colorismo veneciano, su naturalismo y un brotar del tenebrismo como innovador en el tratamiento luminoso.

El elemento humano es, en último término, lo sustancial de su pintura. Posee un asimilado renacimiento con esa savia hispana del expresionismo que mueve la escena.

Puede pasar como el precursor de la pintura barroca española, caracterizada por el exacerbado y rebuscado realismo de sus grandes maestros: Velásquez, Zurbarán…, y de esto tenía mucho “el Mudo”. Lope de Vega escribió estos versos que merecen transcribirse:

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No quiso el cielo que hablase,
porque con mi entendimiento
diese mayor sentimiento
a las cosas que pintase.
Y tanta vida les di
con el pincel singular,
que como no pude hablar,
hice que hablasen por mí.

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